#GobiernoEspía, distopía digital

La noción de vigilancia por parte del Estado ha derivado en tiempos posmodernos al paternalismo paranoide, a la negación del otro por medio de la censura y la presión sociodigital que puede ser ejercida en redes sociales. ¿Cuáles son las consecuencias? 

Por Óscar Cuevas 

Marx afirmaba que las condiciones materiales de existencia tendrían un papel fundamental en las relaciones sociales y la determinación de las clases dentro de una sociedad. Ahora, retomándolo, podríamos decir que las condiciones inmateriales también tienen un papel fundamental en el ordenamiento social .

Los seres humanos somos extraños, creamos cosas para después convertirnos en sus esclavos. Nociones como el marketing, apoyándose en arquetipos deontológicos derivan el actuar social en una angustiosa carrera por el éxito y el pertenecer. A la violencia obvia, cruenta, despiadada y voraz que vemos todos los días en los medios masivos de desinformación, se le suma esa otra violencia, que se oculta entre las sombras.

Una de sus formas es la censura, que encuentra en la autocensura el mecanismo perfecto de control social. Las redes sociales han funcionado para comenzar la revolución con un tuit o para reprimir los deseos y voliciones de los usuarios de las redes. A lo Black Mirror, las personas se levantan inquietas por saber si ya tienen un nuevo me gusta o si han adquirido nuevos amigos.

Herramientas como facebook o twitter se instauran como mecanismos predilectos de autocensura, en donde el fracaso y la pobreza no son solamente rechazados, sino evitados, negados, juzgados y lanzados al olvido. Por si esto fuera poco, tenemos un #GobiernoEspía que, por medio de avanzados programas cibernéticos se ha dedicado a espiar a sus ciudadanos y ciudadanas que se atreven a denunciar lo que pasa en México.

Seamos claros, nunca antes habíamos tenido una administración con tantos muertos, asaltos, asesinatos, violaciones y secuestros. Nunca antes México había repudiado de manera tan profunda a su clase política. Lo de los espionajes no es nuevo, viene desde el 68, desde el viejo PRI, desde el halconazo y el profesorado infiltrado en las universidades.

No seamos ingenuos, sin embargo, la problemática ahora es mucho más grave, pues no solamente el gobierno se dedicó a perseguir a Carmen Aristegui sino que, además, se ha atrevido a escudriñar en las cuentas de su pequeño. Una chingadera. El gobierno no está para vigilar a su pueblo con el pretexto de buscar atrapar a los narcotraficantes. No nos hagamos pendejos, algunos servidores públicos y altos mandos del gobierno han tenido que pactar con el narcotráfico, ahí está Ayotzinapa y el narco-alcalde del PRD.

El narco ahora funciona como pretexto narrativo para vigilarnos. Gracias a las redes sociales, ahora el Gobierno Mexicano puede saber no solamente dónde estás, qué comes, quiénes son tus amigos, a dónde has trabajado; sino también desde dónde se escriben estas líneas.

El presidente salió a dar erróneas declaraciones, sí, otra vez. Sin embargo, en ellas hay algo que no puede negarse: nos están vigilando: ¿quiénes?, todos, a todas horas y por todos los medios. Nuestra sociedad paranoica paternalista ha encontrado en las redes sociales un nuevo insumo no solamente para moldear conductas sino para erradicar aquellas opiniones disidentes que se atreven a poner el dedo en la gran pus en la que se ha convertido el gobierno mexicano.

Disculpen las minúsculas, pero a este presidente y a este gobierno, no se le puede respetar, ni en cuestiones mínimas de ortografía; tenemos un presidente minúsculo, un gabinete ínfimo y funcionarios públicos inmorales y desvergonzados que, antes de servir a su pueblo, prefieren vigilarlo.

@CuevasO33

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