Delata a tu cerdo, ¿y luego?

La forma más común de que la gente te entregue su poder

es que crea que no lo tiene.

Alice Walker

 

Por Paulina Madrigal

Desde el destape del caso del productor estadounidense de cine, Harvey Weinstein; mujeres de diferentes países, famosas o no, han revelado bajo el #myharveyweinstein, #metoo y #balancetonporc el haber sido víctimas de acoso.

En Francia, además de las actrices, la ola de denuncias se ha extendido a todos los ámbitos incluyendo el político:  se ha señalado a un antiguo ministro del gobierno de François Mitterrand; una ex asistente parlamentaria ha destapado una especie de “lista negra” de hombres en la Asamblea Nacional con los cuales se debía tener cuidado; la alcaldesa de París, Anna Hidalgo, ha afirmado el haber soportado el acoso durante su vida política, entre otros casos.

En México, el acoso sexual resulta secundario frente al número alarmante de violaciones y feminicidios que quedan en la impunidad. Así, los abusos cotidianos son subestimados, por no decir ignorados, tanto por las autoridades como por la misma sociedad.

Lo que ha aportado el uso de los recientes hashtags, mencionados al principio de este texto, es más que el demostrar la frecuencia de la violencia de género. La mayor contribución, ha sido el ejercicio de recordar casos de acoso que probablemente las mismas mujeres subestimaron en su momento. Se puede identificar a posteriori alguna circunstancia pudo parecer incómoda, y que se trataba de hecho, de acoso o violencia de género. Esta toma de conciencia favorece sin duda la prevención.

Sin embargo, lo que nos muestran los miles de tweets en el mundo relacionados con este tema, es la confirmación de lo que tanto se ha repetido: el acoso es cotidiano en cualquier ámbito, a cualquier nivel de poder y en cualquier país. Las mujeres de todo el mundo soportan diferentes niveles de agresión que pueden ir desde una alusión a su vestimenta, pasando por una insinuación sexual, hasta llegar a la violencia física y psicológica recurrente, y en los peores casos, el feminicidio.

En este sentido, se aprecia un patrón global que es el abuso de poder y un machismo bien anclado en las dinámicas sociales. Esto evidentemente afecta principalmente a mujeres, pero también a hombres que son acosados y agredidos, quienes desafortunadamente se ven orillados a reservarse la denuncia porque el tabú es todavía más grande cuando el acosado es un hombre.

Increíblemente, los medios han reaccionado con gran asombro ante las denuncias, cuando la pregunta no es si se ha sufrido de acoso, la verdadera pregunta es ¿y quién no?

Hace falta una definición jurídica actual que ayude a filtrar comportamientos que hoy nos parecen normales. Con esto me refiero a las agresiones cotidianas incluyendo las que se extienden a las redes sociales. Estas últimas son ignoradas so pretexto de su virtualidad y “ausencia” de alcance físico, aunque bien se sabe que puede conllevar a ello.

Si la justicia está estancada en el tema de violencia de género no ha sido la falta de valor de las afectadas, sino la impunidad y la falta de educación respecto al tema.

Innumerables víctimas de acoso se han manifestado, denunciado y luchado por igualdad. Sin duda se requiere de gran valentía para denunciar un agresor, pero una vez que se logra dar este paso, ¿qué pasa?  Sin castigo no hay enseñanza, mucho menos protección. Sin educación no hay cambio del paradigma machista en el que seguimos viviendo, y sin cambio de paradigma no hay medidas y sanciones que basten para proteger.

Necesitamos que hombres y mujeres se sumen a la voluntad de cambiar el trato a la mujer, no solamente por su género sino por sanar una sociedad que vive y acepta la violencia.

El episodio de Weinstein no “abre los ojos” de la sociedad ni tampoco ha llevado a “romper el silencio” como se ha afirmado, sino que se trata de una ola más, un intento adicional por obtener una sociedad en la que la mujer, pueda vivir tranquila y sin importar su origen, vestimenta ni aspiración.

@unatalpau

 

 

 

 

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