Por Juan Pablo Aguirre Quezada
“La primera riqueza es la salud”. Ralph Waldo Emerson.
Cuando un país con la mayor parte de su población en situación de pobreza sufre el embate de una epidemia es evidente la falta de resultados en materia de salud pública, tanto los realizados por su gobierno como las acciones realizadas por organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS). En ese sentido, el brote de ébola que surgió el pasado mes de agosto en la República Democrática del Congo (RDC) ha causado un gran pánico en su población, además de generar alertas en otros países africanos vulnerables a esta enfermedad.
Si bien el número de casos y fallecimientos varían de acuerdo a las fuentes existe el consenso de que este es el segundo brote más fuerte en la historia del ébola, con cerca de 500 casos y casi 250 defunciones. Dicha pandemia ha superado los esfuerzos del personal médico en un país que tiene pocos recursos en su sistema de salud, con estadísticas tales como ser de los diez países con mayores tasas de mortalidad materna o infantil, una de las naciones con menos psicólogos por habitantes, o tener altos indicadores de enfermos con hepatitis A, VIH – SIDA o una de las esperanzas de vida más bajas de todo el orbe. Seguir leyendo