Recuperemos el buen sentido en la política mexicana

Por Paulina Madrigal 

Tengo 32 años y ya a los cuatro le preguntaba a mi madre el por qué la gente tiraba basura en la calle. Creí que era porque nadie les había dicho que no estaba bien, así que le propuse que les enseñáramos a guardar la basura hasta que encontraran un bote, así todo estaría siempre limpio. Además, les pediríamos que pasaran el mensaje a sus amigos. Recuerdo todavía la sensación de haber encontrado una solución para evitar el cochinero que se veía en las calles y en los bordes de carretera. Tenía buen sentido, una lógica sumamente simple emanada de un mínimo de reflexión: menos basura igual a un lugar más bonito para todos.

Con el paso de los años, me percaté no solamente de que las cosas no son tan fáciles, sino también de que la vida nos lleva a adquirir reflexiones más complicadas, con silogismos más elaborados, para llegar a conclusiones menos asertivas que la que tuve antes de comenzar la primaria.

El buen sentido es definido como la capacidad de discernir claramente lo que es evidente sin ser distraído por otras consideraciones.  Como decía Descartes acerca del buen sentido, “no es verosímil que todos se engañen, sino que más bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres (…)

Es decir, el buen sentido no está ligado a la preparación profesional, sino que es el primer reflejo de justicia que las personas tenemos. Por lo tanto, este es probablemente el instrumento más fuerte al que puede aferrarse un ciudadano. Un segundo instrumento sería la ley que es, según Santo Tomás de Aquino, “la ordenación de la razón dirigida al bien común y promulgada solemnemente por quien cuida a la comunidad”.

Sin embargo, en México la ley ha sido tan manoseada que solamente queda el sentido común, el buen sentido y un mínimo de razón para rescatar lo que alguna vez la ley quiso proteger.

Desafortunadamente, más allá de haber perdido el buen sentido en la política mexicana, lo que ha sucedido es que se ha desarrollado una gran capacidad para ignorarlo, siendo el interés personal el principal responsable de semejante eclipse.

Hoy en día, la fragante falta de buen sentido en México nos cuesta vidas y recursos, llevándonos a no más que una constante indignación. Para muestra, aquí unos botones:

  • ¿Cómo es posible que el proceso de Javier Duarte sea entorpecido por un expediente mal armado? Si un medio de comunicación fue capaz de reunir evidencias, ¿por qué la fiscalía no sería capaz de hacer lo mismo?

 

  • ¿Cómo es posible que los partidos políticos gocen de recursos públicos por número de adherentes y no por votos ejercidos o ganados? #sinvotonohaydinero

 

  • ¿Por qué seguimos manteniendo a partidos políticos como el PT, PVEM, etc. ¿No se han dado cuenta de que no representan a ninguna minoría específica y que siguen sobreviviendo gracias a coaliciones?

 

  • ¿Por qué los plurinominales siguen ahí? ¿Alguien se siente representado por uno como para justificar su salario? En las empresas que he trabajado no se le paga a quien un empleado del que no se conoce su trabajo.

 

  • ¿Por qué no conocemos y discutimos con quien nos representa? Si contrataras un abogado, al menos sabrías su nombre, teléfono y qué ha hecho para decir que puede defenderte.

 

  • ¿Por qué se siguen dando concesiones a quienes han demostrado irregularidades? Si me percato de que la cocina que hizo el carpintero no funciona, pues no le voy a pedir que me haga los closets ¿no?

 

  • ¿Por qué permitimos que gobierne la impunidad y no se rindan cuentas? No sé a ustedes pero a mí, mi madre siempre me pedía el cambio cuando regresaba de la tienda y me preguntaba cuánto había sido. Y yo pienso hacer lo mismo con mis hijos.

 

  • ¿Por qué permitimos la tala de bosques y las construcciones sin control? ¿Que no es evidente que requeriremos de esos recursos para sobrevivir?

 

  • ¿Cómo es posible que el impuesto del predial suba sin antes demostrar que los servicios públicos funcionan?

 

  • ¿Por qué se permite mantener en nómina a gente que ya murió?

 

  • Y la peor de todas es cuando por un “defecto en el proceso” un delincuente se queda sin castigo. ¿Qué no es más importante identificar a los responsables y a la víctima?

La respuesta a cada una de estas preguntas es sin duda compleja y lamentablemente incluye la perversión en algún momento del sentido de servicio. Basta una buena mordida, hueso o prerrogativa jugosa para anteponer argumentos aderezados con términos legales, para eclipsar el buen sentido y así desviar la discusión.

En efecto, el buen sentido está prácticamente atrofiado en el servicio público, pero es responsabilidad de los mexicanos el no dejar ocultar la lógica más básica que se encuentre detrás de cualquier demagogia.

En el espectro de posibles candidatos a las elecciones presidenciales 2018, ninguno parece hacerle caso al buen sentido. Esa sería la primera cualidad que buscaría en un candidato. Desgraciadamente, a estas alturas solo veo un gran eclipse de corrupción.

Ánimas que llegue un líder con un poco de buen sentido, con mucha vocación de servicio y con suficiente inteligencia para poder rodearse de consejeros capaces. Lo sé, es mucho pedir, como cuando creí que la gente ya no tiraría basura.

Comenta alguna situación en la que la falta de buen sentido por parte de las autoridades te haya indignado.

Twitter: @unatalpau

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