Por Óscar Cuevas
Arden las redes sociales por los resultados electorales del pasado domingo 4 de junio de 2017. Andrés Manuel López Obrador acusa a la mafia del poder de volver a cometer fraude en las urnas. Tiene razón. La pasada elección fue un chiquero. Tanto el Revolucionario Institucional como Movimiento de Regeneración Nacional hicieron de todo para quedarse con la demarcación que tiene el mayor número de electores.
Por todos lados vemos evidencias de la porquería y de los politiqueros de siempre, con sus respectivos paleros, dispuestos a vender su dignidad y la de sus familias por 500 o 2,000 pesos. Ricardo Raphael, en su El señor de los folderes, da recuento de esta conocida práctica priísta que tiene sus orígenes allá, cuando las elecciones en México se hacían con balazos e intimidaciones y que muy a pesar de la ciudadanía no se ha podido transformar.
Proceso también ha expuesto los turbios acuerdos entre los partidos políticos, que se reparten el territorio como si fuera suyo. Afirma Rosalía Vergara en su texto que la decisión de Zepeda de no apoyar a Delfina obedeció a que, si hubiera aceptado, tendría que entregarle al PRI el gobierno de Nezahualcóyotl o el dinero recibido para su campaña.
Por su parte, Josefina Vázquez Mota salió a denunciar la corrupción, aparentemente, la otrora candidata a la gubernatura pretende tener el monopolio en la materia. Recientemente, su asociación fue duramente criticada por recibir dinero de Enrique Peña Nieto que no ha podido transparentar.
No olvidemos a la maistra Delfina y sus diezmos, voluntariamente a fuerza repartidos para las campañas de Morena, o los videos de Cadena, quien cínicamente afirma que fue víctima de un engaño; como también lo fue el «chofi» de Monreal, quien asegura que la pistola fue sembrada por la policía y que el dinero que llevaba, no era para comprar el voto sino para pagar los cuartos de hotel en donde estaba su patrón.
Mientras en las urnas, los acarreados y comprados hacían lo suyo: votar por quienes le llegaron al precio. ¿Y los ciudadanos, dónde estaban? Es cierto que con el ejercicio del derecho a votar no culminan las tareas ciudadanas, pero también lo es, que quienes no ejercen este derecho están dejando que los demás decidan por ellos.
La ciudadanía del Estado de México está lejos de cumplir con la máxima platónica de involucrarse en la política. La contrademocracia, por lo menos en esta demarcación está lejana y se vislumbra imposible: como un Trump sabio o como un Peña Nieto estudioso. Lo enfermo no es la ciudadanía sino el sistema electoral.
Un IEEM incapaz de castigar a quienes faltan a la norma, un INE timorato, que bien pudo atraer la elección pero prefirió no inmiscuirse en tan peliaguda pesquisa. Unos candidatos que con propuestas absurdas, como lo demostró Valeria Moy, pretendieron engañar a su electorado. Concluye Moy que nuestro deseo de satisfactores de corto plazo les da carta abierta a los candidatos para prometer lo que sea mientras sea tangible y de preferencia que pueda tener un logotipo. Parece que resolver los problemas de raíz es demasiado complicado, mejor seguir pensando en medidas asistencialistas que nada resuelven, pero que son paliativos temporales. Seguimos tapando el sol con un dedo.
Y tomando atole con el mismo dedo, mientras la ciudadanía mexicana no entienda que: 1. votar es su derecho, 2. vigilar el actuar de los servidores públicos su obligación, 3. tiene derecho a exigir resultados y 4. deje de ser parte de la corrupción todos los días, a México, se lo seguirá llevando la chingada.
@CuevasO33
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