Caveat emptor: sobre la mariguana

Por Óscar Cuevas

El derecho a decidir sobre nuestros cuerpos encuentra eco en problemas diversos. Hace poco, tener un tatuaje era motivo suficiente para no encontrar un empleo o para ser tachado de delincuente. Hoy, este tipo de comportamiento es cada vez menos común dentro de las empresas.

La «despenalización» de la mariguana ha sido uno de los temas más polémicos de las últimas décadas. En México, no se ha logrado dar un paso firme al respecto. El estado, sigue tratando a los mexicanos como niños pequeños. ¿De quién es la responsabilidad de consumir sustancias dentro del libre mercado? ¿Tuya o del Estado?

La posible despenalización de la mariguana en México tiene muchos matices y ha sido siempre uno de los temas más polémicos dentro del país. Algunos argumentos van desde la seguridad hasta la salud, pasando por el derecho de las personas a decidir sobre sus cuerpos. De lograrse, la despenalización de la mariguana en México transformaría la concepción que se tiene del ciudadano mexicano, sobre todo, de los más jóvenes.

No es un secreto que, desde el Imperio que no pudo ser, hasta el cortísimo milagro mexicano, los ciudadanos de México han sido concebidos como una especie de niños eternos. Un síndrome de Peter Pan colectivo. Un pueblo que se niega a crecer, como el ajolote de Bartra. Sin embargo, habría que preguntarse si realmente el pueblo mexicano no quiere ser tratado como lo que es: una colectividad adulta, responsable, que se encuentra en un proceso de transición importante.

“Recordemos que la esencia de la libertad es la elección, y que elección implica opción para hacer la elección equivocada, esto es, para abusar de la libertad y sufrir las consecuencias.” (Szasz, 2001) En este sentido, el papel del Estado debería ser el de garantizar el acceso a las sustancias que el ciudadano quiera utilizar, tanto con fines médicos como lúdicos.

Reconociendo la madurez y capacidad de la ciudadanía de ejercer con absoluta libertad qué sustancias elige para tratar su cuerpo. La problemática no radica entonces en la “legalización” de una determinada droga, ya sea la mariguana, la amapola o las metanfetaminas; el verdadero peligro está, desde el Estado, que dejará de controlar las decisiones relacionadas al cuerpo. Ya en otro lugar he hablado sobre las consecuencias del movimiento de la diversidad y la democratización sexual.

Puedo encontrar un símil en este proceso de “despenalización” de la mariguana: continúa la liberalización del cuerpo ante la obsesión cuasi-ontológica del estado por determinar las normativas que se generan desde, para y por el cuerpo. El quid de la legalización está aquí: la reconfiguración de la aprehensión de los cuerpos como espacios liberados del poder del estado.

Más allá de que la victoria de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) pueda interpretarse de diversas maneras, debemos reconocer que, una de las principales oportunidades que tiene la sociedad mexicana es justamente enriquecer las discusiones públicas, a partir de argumentos sólidos y discusiones basadas en premisas fundamentadas.

En este sentido, la despenalización de la mariguana debe ser una discusión en donde se escuchen a los diversos sectores que forman parte de la sociedad. Tanto los religiosos como los “extremistas”, deben de formar parte de las mesas de diálogo y de los análisis. Debe también realizarse una consulta popular al respecto, pero esta consulta debe ser organizada por el Instituto Nacional Electoral (INE), para evitar los vicios que tuvo la del Aeropuerto.

La despenalización de la mariguana debe considerar diversas aristas, y no simplemente pensar a una substancia como mala por sí misma. Habría que comparar los beneficios y las afectaciones que su legalización tendría en suelo nacional, factores como el narcotráfico, el consumo, la compraventa y el andamiaje legal, no pueden dejar de formar parte de la discusión.

La prohibición del consumo de cualquier sustancia atenta directamente contra los principios del libre mercado, entendido este como el espacio que

“anima la cooperación social y desalienta la violencia y el fraude, y porque es un orden moral-legal que coloca el valor de la persona como individuo por encima de su valor como miembro de la comunidad. Ello está implícito en la idea de que quienes deseen disfrutar los beneficios del libre mercado deben asumir responsabilidad por sus acciones, y quedan obligados a responder de ellas; que atienden al principio de caveat emptor  -no al estado paternalista- para protegerse de los riesgos inherentes al ejercicio de la libertad; y que entre los riesgos con los que deben vivir están aquellos asociados con las drogas y los tratamientos médicos.” (Szasz, 2001)

Sin embargo, la discusión no es solamente sobre la mariguana, sino de las sustancias como tales. Es decir, cualquier sustancia, en exceso, resulta dañina para su consumo. El principio de caveat emptor, que ponía el énfasis en el consumidor se ha ido difuminando con el tiempo, como resultado, entre otras cosas, de las corporaciones internacionales, que, lejos de adaptarse a las legislaciones locales, encuentran vacíos legislativos para aprovecharlos en su favor.

Lo problemático de la mariguana puede extenderse a otros medicamentos y sustancias. Por ejemplo, el alcohol o la morfina; por mencionar dos sustancias polémicas. Algunos piensan que la legalización de la mariguana puede ser el puente para la entrada al marco legal de otras drogas, como la cocaína y la heroína.

De nuevo, el tema no son las drogas, sino el consumo responsable de cualquier sustancia que se ponga a la venta dentro de las normas del mercado neoliberal. Pongo un ejemplo un poco estúpido si ustedes quieren: las papas en bolsas. Recuerdo que, a mis 9 años, salía a la calle con mis tres pesos, o una cantidad similar, para comprar mi bolsa de papas. Mis Pizzerolas para ser más precisos.

Al abrirlas, las papas se salían de la bolsa. Ahora, la misma compañía que ofrece este producto, cobra más por menos. Lo mismo pasa con los pantalones de mezclilla o los teléfonos celulares con fecha de caducidad anticipada. Es decir, ¿realmente podemos confiar en que las compañías que se encargarán de la producción y la distribución de la mariguana lo harán bajo mecanismos certificados que no pongan en riesgo la compra de dicho producto?

La prohibición de las drogas ha llevado a un claro fracaso económico-político-médico. Si bien es cierto que las drogas son sustancias adictivas, también lo es que el consumo de estas depende de los individuos, quienes, para poder consumir de manera responsable cualquier sustancia o mercancía dentro del libre mercado, deben contar con la información suficiente para poder decidir racionalmente.

La legalización de las drogas no se debe dar con base en una simple consulta popular, sino en una estrategia integral que detone políticas públicas que favorezcan la toma de decisiones en la ciudadanía sin caer, como hasta ahora se ha hecho, en la automática criminalización de la compraventa de drogas.

Necesitamos que la democracia mexicana madure para poder afrontar decisiones informadas sobre temas tan complejos como este. La gran pregunta que todavía no se pone en el centro del debate es ¿Por qué rechazamos nuestra responsabilidad por el uso de drogas? Ya lo dijo alguna vez Casanova, en manos sabias, el veneno es medicina; en manos necias la medicina es veneno.

@CuevasO33

Bibliografía:

Thomas Szasz. (2001). Nuestro derecho a las drogas. Barcelona: Anagrama.

También puedes revisar: 

http://bit.ly/CaravanaMigrante

http://bit.ly/CampañasMx2018

http://bit.ly/AmorHiperligero

Los comentarios y opiniones vertidos en Órbita Política son responsabilidad del autor, no representan una consultoría, asesoría o prestación de servicios de ninguna índole. 

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