La Política Monetaria en el cambio de régimen vía democrática

Por Jorge García

Como lo hemos mencionado con anterioridad en este espacio reflexivo, en la disección del actual y fracasado modelo económico neoliberal en nuestro país, tenemos una política fiscal regresiva y recesiva que está totalmente supeditada a la política monetaria procíclica, que por su parte está obsesionada con el control de la inflación vía una inhumana contención salarial por debajo de la línea de bienestar y con un Banco Central autónomo, pero sin los controles democráticos adecuados y sin el mandato de impulsar tanto empleo como el crecimiento de nuestra economía.

Sabemos que expandir y contraer la oferta monetaria vía el fijamiento de la tasa interbancaria de referencia de interés (en gran parte para los bonos gubernamentales) y del tipo de cambio flexivo o no, es importante pero no suficiente, se tienen que tener mayores alcances -aparte de solamente la búsqueda ortodoxa de la estabilidad macroeconómica y de los altos rendimientos en los flujos de capital de las grandes inversionistas tanto nacionales como extranjeros-, se necesitan objetivos de equidad y justicia (con responsabilidad tanto económica como social) al acompañar a la política monetaria con una política contracíclica expansiva, contando con modelo tributario progresivo y una fuerte inversión pública productiva en áreas y actividades productivas de la economía interna: infraestructura social y económica, proyectos de inversión sociales, ecológicos y de movilidad sustentable entre muchos otros.

En este sentido, quizá valga la pena valorar cuáles han sido hasta ahora los resultados de la (fracasada) ortodoxia económica: …»Por ejemplo, el tipo de cambio en enero de 2010, cuando tomo posesión Agustín Carstens, era de $13 pesos por dólar. Hoy es de $20.74, un aumento de casi 60% en el tipo de cambio en menos de siete años. El (nulo) crecimiento económico ha sido mediocre, por debajo de 3% anual y menos de 1% en términos per cápita. La inflación anual si bien se ha mantenido baja, no estuvo debajo de 3% entre 2010 y 2014, en dos años incluso estuvo por encima de 4% anual, lo cual excede el umbral de confianza de 3% establecido por el propio Banco. (…) La preocupación no debe ser si se perderá o no la ortodoxia en la conducción de la política monetaria. Esa está garantizada por la conducción de la Junta de Gobierno. Quizá lo que deberíamos de empezar a preguntarnos es si no es tiempo de pasar a que el banco central tenga un objetivo dual (crecimiento e inflación) en lugar de un objetivo (obsesivo) único (inflación), tal y como ocurre en otros países como en EU (con la Fed cumpliendo el mandato dual)».

Sumando opiniones especializadas, espero se empiece a comprender  lo que era una obligación haber estudiado dado su perfil académico: …«¿Cuáles son las lecciones para México? Primero, es indispensable rescatar la política monetaria para introducir cambios significativos en la economía mexicana, cambios que se traduzcan en mejoras en el bienestar de la población.

Durante los últimos 20 años las políticas monetaria y fiscal han estado sometidas a los dictados del capital financiero, sin importar los efectos negativos sobre la economía real. La recuperación de la política monetaria tiene que pasar por una reforma en la ley del Banco de México. Esa ley consagra un régimen de supuesta autonomía, que coloca al instituto monetario por encima del régimen democrático y del imperio de la ley. Un ejemplo de lo anterior fue la violación de la legislación federal en el rescate bancario a raíz de la crisis de 1994-95, con la complicidad de las autoridades del Banco de México y en pleno régimen de «autonomía» del banco central.

El control de la inflación se alcanzó reprimiendo la demanda agregada (vía tasas de interés altas y una feroz contracción salarial) y a través de la sobrevaluación del tipo de cambio, que fue usada como ancla del sistema de precios. Se sacrificó el crecimiento, el empleo y la salud de las cuentas externas. Y los logros han sido efímeros: cuando fue necesario un ajuste cambiario, la inflación se desbordó, exhibiendo la fragilidad del paquete de política macroeconómica neoliberal. El mandato dogmático sobre estabilidad de precios debe reemplazarse por objetivos más amplios sobre crecimiento, estabilidad del sistema económico y financiero, así como de justicia social«.

En este aspecto (el del manejo de la política monetaria), el proyecto alternativo progresista ha propuesto un manejo heterodoxo de la misma, al respetar la autonomía del Banco de México, pero buscando que no sólo procure el control de la inflación, sino que también se ocupe de fomentar el crecimiento económico, es decir, mantener equilibrios macroeconómicos  pero la vez financiando  las fuertes inversiones productivas y sociales que se harían con tipos impositivos progresivos con un programa de ahorro y eficiencia y eficacia en el ejercicio del gasto público y con el combate a la corrupción, y a la vez fijando un control en los flujos de capital, ¿Cómo? gravando tributariamente las operaciones especulativas que se realizan en la BMV.

Por ello, es un hecho que el estancamiento de nuestra economía al igual que el subdesarrollo imperante continuará sin duda alguna, mientras estos tecnócratas sigan manejando el –desastroso- rumbo de la política económica en el país.

Bien lo apunta León Bendesky en su crítica contra de los fundamentalistas del mercado desregulado y sus dogmas establecidos; pero de igual forma habrá que recordarle a Bendesky que también en México estos tecnócratas en el poder seguirán atrapados en las teorías económicas del trickle-down, ya que recuperando a Rolando Cordera: “Lo que está detrás y debajo del estancamiento estabilizador que nos rige y de las violencias que nos abruman, es un paradigma de economía y sociedad equivocado por reduccionista y nefasto por simplista, sin cuya remoción las crisis próximas serán más destructivas y el presente continuo cada vez menos habitable” .

Esto es lo que indigna: que de ninguna manera estas élites cambiaran el actual statu quo que solo beneficia al 1% de la población; ante ello, es hora de la sociedad civil organizada proponga un camino del todo nuevo con una democracia verdaderamente participativa, alejada de esa retórica anarquista agresiva (ella si con un pensamiento mágico sin horizonte tangible), destructiva, irreflexiva y de tipo apocalíptica que de nada sirve para intentar y empezar a cambiar la actual e injusta realidad.

Regresando al planteamiento analítico inicial, podemos observar que la apuesta neoliberal de dejar todo en manos solamente de los tratados de comercio y de la IED, ha fracasado rotundamente, ya que en consonancia al manejo desregulado del sistema financiero con un banco central sin los controles democráticos necesarios, vemos que la inversión foránea que llega al país, es en su mayoría especulativa (en cartera), es decir solo se compran los mencionados bonos gubernamentales que ofrecen un alto rendimiento a los inversores, y cuando hay mejores condiciones en otras economías salen despavoridos estos capitales extranjeros; mientras la inversión privada productiva sigue brillando por su ausencia, ya que el capital semilla que la debería atraer (la inversión pública productiva), para proyectos productivos y sociales de largo aliento  para dinamizar el mercado interno, como expusimos con anterioridad, sigue siendo muy baja y básicamente recesiva por lo cual –aunada a otras razones estructurales comentadas y por comentar en este espacio reflexivo- seguimos estando estacados económicamente y con un grave problema de subdesarrollo social y económico, por ende la gran pobreza y desigualdad que tenemos desde hace décadas.

Ante ello, no solo es la simple crítica, es la congruencia y consecuencia entre lo que se piensa, se dice y se hace, en esencia, son líneas alternativas de políticas públicas a llevar a cabo (con el diagnóstico y las propuestas apropiadas): Por ejemplo, en el caso de nuestro tema toral referido, retomando los apoyos y el financiamiento (con una banca de desarrollo verdaderamente eficiente y comprometida con las necesidades nacionales) a los productores agropecuarios (en un desarrollo rural y agrícola sustentable) e industriales (sobre toda en la industria manufacturera) nacionales, con créditos productivos a estos mismos (incentivando y protegiendo la producción y consumo internos -buscando la soberanía y autosuficiencia alimentaria en un nuevo curso de desarrollo agropecuario y comunitario, con fomentos al desarrollo agrícola y asistencia técnica especializada) y a las PYMES; Sin dejar de lado, obviamente, la reconstrucción del enlace salarios, poder adquisitivo y demanda agregada con empleos bien remunerados (no con las rectas gastadas de los órganos cupulares empresariales), con prestaciones en seguridad social y que sean estables, es vital ante esto, estimular la productividad junto con la demanda agregada, con la elevación paulatina pero sostenida de los salarios, fijando un piso básico hasta llegar a un nivel de vida digno y productivo de los ciudadanos (alentando valores humanos y culturales, principios éticos y comunitarios: hacia un desarrollo humano integral).

Sabemos que es un sendero muy largo y difícil de recorrer (el de la vía democrática: sí, el inicio de nuestros sueños sí caben en las urnas), hay que intentarlo por un México donde todos quepan (sin importar el color de la piel, la raza o etnia, el género, la preferencia sexual, la religión, la ideología o situación socioeconómica) sin buscar la venganza pero si la justicia, sin impunidad y construyendo un verdadero Estado de Bienestar.

El proyecto (político, económico y social) alternativo de nación -del cual hemos tocado puntos básicos esenciales en estas reflexiones y posteriores contrarréplicas la mayoría aun sin respuesta- es claro y no se trata de volver a esquemas del pasado: «Los tiempos están cambiando y será posible revalorar la contribución de la industria y la agricultura al crecimiento y al desarrollo. Pero es importante que esto se haga con una nueva visión que incorpore las lecciones de planes industriales o regulaciones irrealistas de los años setenta», http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/52545.html, pero en esencia llevar a cabo este programa de gobierno no es cuestión de un solo hombre o líder (por más carismático, congruente, integro, buen gobernante, polarizante -por poner el dedo en llaga- y progresista que sea: importantísimo), es tarea de todos –hombres y mujeres libres- impulsarlo desde un movimiento progresista, amplio, plural, crítico, propositivo y organizado.

En nuestro país, la derecha gobernante como se ha demostrado –en los últimos 30 años y siempre- solo se rige por intereses de elite contrarios al beneficio y avance del país, no tiene ninguna ética, ni mira por el interés del bien público, ha agravado todos los problemas estructurales de la nación; Ante esto, es evidente que seguiremos en el mismo camino del desastre (económico, político y social) en que el estamos, si estos gobiernos tecnócratas –y plutocracia a la que sirven- siguen en las instituciones de gobierno, eso si no optamos (por fin) por iniciar el cambio de fondo en el país.

Por ello el viraje de esta lacerante situación, solo puede venir con este cambio profundo –por la vía pacífica y democrática- del actual régimen tecnócrata por una opción progresista -que con la ayuda de tod@s- empiece a regenerar la vida pública del país; la transformación del país en el mediano y largo plazo es la que se busca y la que se persigue, algún día no muy lejano quizá la lleguemos a ver, por lo pronto: concientizar a muchos más es el camino más próximo (preferimos la utopía posible y realizable a la distopía en curso).

@jorgegarciag26.

 

 

 

 

 

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