Ciudadanos, ¿imaginados?

Por Óscar Cuevas

La ciudadanía en México ha sido siempre un discurso imaginario que ha impedido la participación ciudadana en el terreno de la toma de decisiones. Aquí la primera entrega de varias en las que se busca analizar si en México existe una verdadera democracia electoral participativa. ¿Tú qué opinas? Dime al final del artículo.

Las sociedades hiperdemocráticas actuales reclaman cada vez más la participación y el involucramiento de los ciudadanos y ciudadanas. Sin embargo, actualmente, no solamente en México, sino en todo el mundo se vive la formación de lo que Rosanvallon denomina la sociedad de la desconfianza. [1] En México, la calidad democrática sigue enfocada solamente al plano electoral, la participación de la ciudadanía dentro de organizaciones y voluntariados sigue siendo escasa.

La participación y la ciudadanía en México, carecen de muchos elementos considerados por algunos autores, como Winocour o Chac, como fundamentales para ejercer plenamente la participación ciudadana.[2] En el plano deontológico, el régimen democrático funciona gracias a la capacidad de diálogo entre los integrantes de una sociedad, los grupos de poder y los grupos en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, uno de los grandes temas pendientes de las democracias actuales es, precisamente, la inclusión; a los muros, me remito.

Actualmente, a pesar de que existen organismos especializados que se dedican a combatir las distintas expresiones del racismo, seguimos escuchando discursos que insisten en construir muros y alejar al otro, al diferente, al “extraño”. México, es una sociedad tremendamente racista. En nuestro país de discrimina por motivos económicos, raciales, de género; incluso por el lugar en el que vives o por el acento con el que hablas.

En este sentido, ¿podemos hablar de una Nación Mexicana? ¿Nos sentimos identificados con los valores “mexicanos”? ¿Qué son valores mexicanos? ¿Existen? Los valores, son aquellas conductas éticas y morales que rigen el actuar social de un determinado grupo. Sin embargo, los valores ya no son concebidos como características ónticas de una sociedad, sino más bien, como los dice Fondrizi, como entes parasitarios; es decir, que no pueden vivir sin apoyarse en objetos reales[3].

La conceptualización de la democracia, tiene como uno de los valores fundamentales el diálogo, la disertación, la confianza en el otro. En México, el régimen democrático figura el consenso heredado de las votaciones. “La voluntad del pueblo” es un lugar común dentro de los discursos de la clase política mexicana, o, mejor dicho, los politiqueros mexicanos. La voluntad del pueblo como arquetipo de legitimidad de la transa, el abuso, la corrupción.

Desde que el Estado comenzaba a formarse, ya lo hacía entre tropelías y cuchilladas por la espalda. Desde la República Restaurada, hasta nuestros días, las elecciones mexicanas han pretendido ser democráticas, sin embargo, nuestra cultura política, en términos de democracia electoral deja mucho que desear.

Uno de los elementos fundamentales para propiciar una deliberación democrática es el papel que juegan los medios masivos de comunicación dentro de las mismas. En nuestro país, desde siempre, los medios escritos: periódicos y revistas; han tenido un papel fundamental en decirle a sus lectores sobre qué temas pensar. Ya desde las presidenciales de la República Restaurada, los candidatos al potro de los tormentos, fundaban, financiaban y desaparecían medios escritos en cada elección.

Mientras los candidatos presidenciales y sus adeptos discutían con términos imposibles de comprender para los ciudadanos de a pie, los posibles votantes no sabían ni siquiera leer ni escribir, por lo que es evidente que, sin estas herramientas básicas para poder recibir los mensajes de los candidatos, el pueblo no podía participar de manera activa dentro del debate.

Tanto los medios masivos de información de aquellos tiempos, como los candidatos a los diversos puestos públicos hacían uso de grandilocuencias y tecnicismos que los ciudadanos no podían entender. Esto, sumado a las sistemáticas manipulaciones electorales, que los triunfadores identificaban con “la voluntad del pueblo”, fueron construyendo lentamente una democracia figurada, que tenía como fundamento principal una ciudadanía preparada que solamente existía en el imaginario de los “grandes pensadores y reformadores de la república”.

La primera elección presidencial de 1867 fue un ejercicio de representación democrática pero no en el sentido positivo de la expresión; es decir, quedó en evidencia que, para lograr la instauración de una república restaurada, los intelectuales mexicanos recurrieron a su imaginario colectivo: re-presentaban a un electorado que “en pleno goce de su derecho” acudiría a las urnas para decidir el camino que necesitaba seguir la nueva patria.

Sin embargo, el pueblo mexicano estaba lejísimos de poder cumplir y ejercer tal derecho, pues no contaba ni con las herramientas cognitivas ni procedimentales necesarias para comprender qué es lo que iba a ocurrir con su voto. Esto se derrumbó con el triunfo Juarista, impuesto desde el poder y por el poder; sin embargo, es necesario recordar que el fraude electoral era cometido sistemáticamente y justificado por la falta de condiciones institucionales que imperaba en aquélla época.

Ante la cultura del líder “elegido para configurar la nueva república”, tanto Díaz como Juárez comprendían su proyecto político como la única vía para llevar a buen puerto al país; esta deontología política impidió a ambos contendientes darse cuenta de algo evidente: los ciudadanos y ciudadanas no estaban preparados para elegir a sus representantes, pues no comprendían qué estaba en juego.

Ante esta realidad, “la manipulación electoral, había sido la salida de la clase política para llenar la brecha entre el principio de representación y la realidad política y social del México del momento” (Pi-Suñer 2012)[4] La problemática radica en que pareciera ser que la corrupción y la impunidad, como lo dijo en su momento Peñita, se encuentran arraigadas en el quehacer electoral mexicano.

En próximas entregas evaluaremos si esto es cierto, utilizando para ello el estudio de los medios de comunicación de distintos momentos históricos. Hasta la semana próxima.

@CuevasO33

[1] Rosanvallon, Pierre. (2007)  La contrademocracia. La política en la era de la desconfianza. Buenos Aires, Argentina. Manantial.

[2] Cuevas Óscar (2016) Cómo entender la participación ciudadana. https://orbitapoliticamexico.wordpress.com/2016/08/07/como-comprender-la-participacion-y-la-ciudadania/ consultado el 04 de marzo de 2017

[3] Risieri Frondizi (1990) ¿Qué son los valores? México, FCE.

[4] Pi-Suñer Llorens, Antonia (2012). La primera elección presidencial al triunfo de la República: 1867. Pág. 48 en José Georgette. Candidatos, campañas y elecciones presidenciales en México. De la República Restaurada al México de la alternancia 1867-2006. Págs. 23- 50 México. UNAM. IIS.

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