Por Óscar Cuevas
Llevábanselos por las mañanas, por las tardes o por las noches. Daba igual. La prensa los descubría meses después en fosas o en presas, lo mismo daba. Las instituciones gubernamentales no hacían nada. Se limitaban a llenar las pantallas de televisión con discursos vacíos, manipulados, escritos por “expertos en la materia”. Aseguraban tomar cartas en el asunto, destituir a los responsables, aclarar los hechos; pero al final, nada pasaba.
Abro los ojos. Bebo café. Leo los periódicos. Y lo vertido en una página se ha vuelto realidad. Los diarios lo ocultan. Modifican el discurso, le atiborran eufemismos. Palabras huecas, lugares comunes; que permitan a la población aclimatarse a la situación sin hacer panchos ni marchas. Hay algunos que incluso, convierten a las víctimas en números, para hacer más fácil el seguimiento. Así como ocurrió en la Alemania Nazi, las personas se vuelven estadística y los cadáveres, se ocultan.
Y la banalización de la maldad sucede de nuevo, como lo había sentenciado Arendt desde el juicio de Eichmann. En otras latitudes, con otros sabores. Y sí, son crímenes de lesa humanidad. Y también, el estado debe ser señalado como el principal responsable. Y sobre todo, los ciudadanos de a pie también somos cómplices. La espiral del silencio que se cierne sobre todos, democráticamente, susurrando…
Y aunque sea una verdad de perogrullo, hay que decirlo: el tejido social se ha desquebrajado. Ha sido herido en lo más profundo. La objetivación del sujeto es develada todos los días, en primera plana, por todos los periódicos. La tinta corre, la saliva se agota y seguimos en el mismo punto de partida: el desconocimiento, la desconfianza, la inseguridad, el miedo.
Han logrado acallarnos. Las democráticas desapariciones pretenden terminar con una ola de protestas, reclamos, mentadas de madre. ¿Será posible? ¿Es la violencia la condición de posibilidad para dar forma a una sociedad totalitaria, estúpida, sometida? ¿Qué pasó con la dictadura blanda Priísta? ¿Se equivocó la sociedad mexicana al darle oportunidad a otro partido para gobernar?
O, por el contrario ¿Son la dictadura blanda del tricolor y los gobiernos pro-neoliberales blanquiazules las administraciones que, a partir de la implantación de una democracia simulada, las que posibilitaron que ahora se viva un ambiente de franca indefensión ante el crimen organizado? ¿Estaremos pagando los mexicanos nuestro histórico tributo a una estructura jerárquica-patriarcal? ¿Habremos dejado por mucho tiempo las decisiones políticas en materia municipal, estatal y federal en manos ajenas? ¿Será posible recobrar la tranquilidad, el libre tránsito y la tolerancia? ¿Hemos tenido alguna vez libre tránsito, acceso a oportunidades en igualdad de condiciones, economías saludables?
Vivimos en sociedades en las cuales el único valor es el dinero, con todos sus correlatos: éxito, estabilidad, control, servicio. Las extenuantes jornadas laborales, los raquíticos salarios, la sumisión a un jefe autoritario, la utilización de los uniformes, la homologación de los procesos a nivel global; son todos sintagmas que forman parte de un continuum paradigmático que tiene como único objetivo la obtención de bienes materiales.
La negación de las pasiones y sentimientos tan necesarios en el ser humano como la tristeza, el enojo, el cansancio, el erotismo, el ocio; han dado como resultado un hartazgo generalizado en una sociedad que está cansada de perseguir las aspiraciones ajenas y hacerlas como propias. La violencia no solamente se encuentra en casos tan aberrantes como el de Ayotzinapa, Tlatlaya o San Fernando; también se inserta en el transporte público, las oficinas, las escuelas.
Estamos ante un escenario sin precedentes en donde la sociedad mexicana está obligada a ser partícipe de su historia. Las estructuras han mostrado su incapacidad para poder dar frente a este nuevo escenario que vemos todos los días. Nuestra participación es vital para lograr que un día, como escribe Sabina, los diccionarios detengan las balas y ser cobarde, no valga la pena.
@CuevasO33