Tropezar de nuevo con la misma piedra

Por Óscar Cuevas

EPN dijo recientemente que nadie puede tirar una piedra en materia de corrupción pues todos han sido parte de ella. ¿Somos corruptos por naturaleza?

Se ha escrito bastante sobre la capacidad que tienen los medios de comunicación para construir un acontecimiento. Dentro de la comunicación política, uno de los elementos fundamentales es decir lo que se quiere a la audiencia que se pretende, cuidando que no se malentiendan los mensajes. Pareciera ser que nuestro primer mandatario, Enrique Peña Nieto, desconoce esta premisa básica a la hora de realizar comunicación dentro del ámbito político.

De otra manera no se entienden sus más recientes declaraciones, realizadas en la inauguración de la Semana Nacional de Transparencia 2016, en donde afirmó que “nadie puede aventar la primera piedra en cuanto a corrupción pues todos han sido parte de este modelo”, ya una vez anterior había aseverado que la corrupción era un tema imposible de erradicar en México.

¿Cómo puede leerse este mensaje al exterior sin afectar la percepción que se tiene de los mexicanos y las mexicanas? ¿Quiso decir Peña Nieto que todos somos corruptos? ¿Es la corrupción un valor intrínseco del sistema político mexicano? ¿Son todos los políticos y las políticas junto con las personas servidoras públicas representantes que se preocupan solamente por incrementar sus arcas?

La Real Academia de la Lengua, define a la corrupción dentro del ámbito público como la práctica consistente de las organizaciones e instituciones en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores. En este sentido, podríamos decir que las Casas Blancas, los negocios en favor del grupo Higa, la risible investigación realizada por Virgilio Andrade, la famosa “verdad histórica”, entre otros eventos desafortunados parecieran darle la razón a Peña Nieto.

Casi todos sus colaboradores han formado parte de la corrupción dentro de su administración. Y aquellos que no lo han hecho, han pagado el precio. Tanto Parametría, como el Gabinete de Comunicación Estratégica, han sacado a la luz encuestas que han recogido el sentir de los ciudadanos y ciudadanas para con sus representantes: un rechazo generalizado a la clase política.

En un esfuerzo más para comprender el fenómeno de la corrupción en México, tanto el Centro de Investigación y Docencia Económicas A.C. (CIDE) como el Instituto Mexicano para la Competitividad A.C. (IMCO), realizaron durante el año pasado un estudio denominado México: Anatomía de la Corrupción, dentro del documento puede leerse que el porcentaje de delitos de corrupción cometidos, pero no castigados, es del 95%.

México, según el Índice de Percepción de Corrupción (IPC), se encuentra dentro de los países altamente corruptos, incluso es percibido como el más corrupto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), obteniendo una calificación de 35 puntos sobre 100 posibles.

Según la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental que llevó a cabo en el 2013 el INEGI, la percepción sobre la frecuencia de la corrupción en instituciones es muy elevado. En el caso de las policías, un 59 % la consideraba como muy frecuente y 30% frecuentemente; después le siguen los partidos políticos, en donde 50% de las personas encuestadas respondieron que la corrupción es muy frecuente y un 34% dijeron que es frecuente.

Los gobiernos estatales tienen un 41% y 36%, los gobiernos municipales 37% y 38%, el gobierno federal 43% y 33%, los diputados y senadores 43% y 34%, los institutos electorales 33% y 34%; y los jueces y magistrados 30% y 35%; es decir, prácticamente todo el aparato de gobierno es percibido como altamente corrupto por una gran parte de los encuestados.

Mientras que la misma encuesta refleja una mayor confianza en la sociedad civil, en donde las empresas, con un 27%, serían las instituciones en donde más frecuente se recurre a la corrupción para lograr sus fines. Esto podría interpretarse como una falta de confianza en las instituciones públicas, ligada a la impunidad y a los constantes escándalos que se hacen públicos en materia de corrupción que tienen como principales protagonistas a los funcionarios.

La lucha contra la corrupción tiene lugar en muchos escenarios y México apenas comienza a escribir su libreto: desde la libertad de expresión hasta el acceso a la información, desde las regulaciones hasta la dispersión de tramos de autoridad; desde la asignación de los recursos públicos hasta la supervisión del gasto; desde el aparato de investigación de los ministerios públicos hasta el sistema de justicia; desde la cultura hasta el de la ética corporativa; desde los sistemas de denuncia hasta el trabajo de las ONGs.[1]

[1] Casar, María Amparo. Anatomía de la corrupción en México. Pág. 63 en http://www.cide.edu/wp-content/uploads/2015/05/MXAnatomiadelaCorrupcion_MariaAmparoCasar.pdf

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