Por Óscar Cuevas
Lewis Mumford, en su Técnica y civilización, realiza una exploración sobre la relación que tiene la técnica con las estructuras de una determinada comunidad social. De la misma manera, Cerroni, en Introducción al pensamiento político, afirma que las doctrinas políticas están rigurosamente ligadas a modos específicos de funcionamiento de la vida práctica asociada. (2003, 20)
Extrapolando la hipótesis del pensador italiano, podemos decir que también la comunicación responde a una determinada estructura de valores en las distintas sociedades. Actualmente, el periodismo del nuevo siglo responde, desde Ramonet, a dos paradigmas principales: el de la comunicación como panacea y el de la lógica financiera-mercantil.
La taylorización del trabajo de los periodistas ha traído como consecuencia necesaria la pérdida de la reflexión y del proceso artesanal que demanda el periodismo de investigación. En Ramonet, la información actual posee tres aspectos que derivan del frenesí de la inmediatez: es superabundante, extremadamente rápida y se encuentra mercantilizada.
Según el director de Le Monde Diplomatique, una de las principales consecuencias de la mercantilización de los medios de información es que se pierden valores tan importantes como la ética periodística y la moral de los periodistas e informadores. Al estar al servicio de la maquinaria financiero-mercantil, el periodista se encuentra supeditado a responder a las necesidades informativas del mercado.
Esto supone, junto con la concentración de los grandes medios de comunicación en determinados grupos pertenecientes a las élites empresariales, la transformación de la línea editorial en una especie de estrategia mercadológica permanente, en la que los diarios prefieren comunicar los intereses que les convienen antes que apostar por develar la verdad.
Junto con la hiperinformación viene la homogeneización. La globalización del modelo informativo ha devenido en que la actualidad se convierta en un valor dentro del nuevo modelo informativo. Sin embargo, dicha actualidad es dictada por el medio de comunicación preponderante, que responde a una determinada línea editorial, elegida desde las cúpulas y grupos empresariales.
La verdad, gracias al modelo inmediato-globalizador, se confunde con la homogeneización de narrativas en diversas cadenas de noticias. Gracias a la repetición se logra insertar un acontecimiento reconstruido por los medios de información, como un hecho. Naturalmente, bajo la lógica de la comunicación financiero-mercantilizada, quienes detentan el poder financiero, tendrán también el poder de dictar la agenda publicada.
La voluntad de verdad de la noticia estaría así determinada por los intereses financiero-mercantiles del grupo económicamente más poderoso; dejando de lado valores tan importantes como la credibilidad y la fiabilidad. Ante la superabundancia de informaciones, se puede acceder a fuentes de información en directo. Sin embargo, sigue vigente una pregunta, incluso en este contexto, ¿cuáles son las informaciones que se nos esconden, cuáles son las informaciones de las que no se quiere que nos enteremos? (Ramonet. Desconocido, 4)
¿Qué está haciendo el periodismo de investigación ante este escenario? ¿Cómo impulsar y profesionalizar el periodismo bajo esta lógica de consumidor-productor? Estamos en un sistema que poco a poco considera que hay valores importantes (instantaneidad, masificación) y valores menos importantes, es decir menos rentables (los criterios de la verdad). La información se ha convertido ante todo en una mercancía. Ya no tiene una función cívica. (Ibid. 6)
De aquí que la ciudadanía debe responsabilizarse de los contenidos que consume. Tener una dieta equilibrada de información resulta de vital importancia para el engrosamiento argumentativo y el incremento en la calidad del debate dentro de la opinión pública. Si lo publicado no es suficiente para comprender qué es lo que sucede, es una obligación ética del ciudadano buscar más información, de mejor calidad, no solamente observar contenidos, sino criticarlos, mejorarlos, re-producirlos con lo que hizo falta.
En una sociedad digital, en donde la ciudadanía tiene la posibilidad de producir información, debemos poner a discusión cómo pasar de una sociedad de opinadores a una inteligencia colectiva, en donde la verificación y la argumentación lleven a la creación de narrativas diversas, sólidas; debemos de pasar de una opinión pública a una filosofía de la deliberación pública.
Bibliografía:
- Cerroni, Umberto. (2003) Introducción al pensamiento político. Siglo XXI Editores. Ciudad de México, México.
- Ramonet, Ignacio (Desconocido) El periodismo del nuevo siglo. Conferencia.
- Lewis, Mumford (2001) Técnica y civilización. Editorial Alianza. Madrid, España.