Por Juan Pablo Aguirre Quezada
En diferentes países existen fábricas de armas de fuego, las cuales son comercializadas en todo el orbe, no sólo a fuerzas armadas y policiales, sino en el mercado negro. Si bien rifles y pistolas tienen un número de serie de acuerdo a su patente, en ocasiones la corrupción y el tráfico ilegal hace llegar estos artefactos a diferentes grupos de riesgo social como terroristas, guerrillas, narcotraficantes, delincuencia organizada, entre otros.
Sin embargo, también existen aparatos hechos de forma clandestina, que en ocasiones son replicas del original, sólo que sin los controles que las normas oficiales imponen a la constructoras, lo que dificulta el rastreo en caso de homicidios e investigaciones forenses, lo que deja grandes ganancias económicas a los delincuentes.
Ejemplo de esto son los talleres que existen en la pequeña localidad de Danao, en Filipinas.
«No le demos al mundo armas contra nosotros, porque las utilizará”.
Gustave Flaubert.
¿Qué llevó a los habitantes de esta región a perfeccionar sus técnicas para realizar imitaciones perfectas de armas de fuego similares a las grandes firmas internacionales?
Una primera repuesta nos la ofrece la historia de este país a lo largo del siglo XX, que comprende la revolución filipina que llevaría a obtener el apoyo norteamericano para lograr la independencia de España, pero que en breve desató una guerra contra Estados Unidos, potencia que ocupó la nación durante gran parte de la primera mitad de la centuria.
Asimismo, la ocupación japonesa en la Segunda Guerra Mundial ocasionó grandes pérdidas de vidas en la población civil. Como respuesta ante la falta de armamento del exterior, en algunas regiones de Filipinas se empezaron a producir armas a fin de proveer a las resistencias en estos conflictos.
Actualmente es la región de Danao donde están instaladas estas armerías ilegales que además de vulnerar los derechos de las patentes también son la fuente de abastecimiento para que diferentes mafias puedan conseguir armamento que de forma legal les sería imposible obtener.
Esta actividad no sería posible sin la omisión de las autoridades, lo que contribuye a la producción artesanal de estos utensilios, en una zona donde la población se encuentra en situación de pobreza con un índice de desarrollo humano catalogado como medio.
Además, debido a su naturaleza compuesta por más de siete mil islas, las condiciones no son aptas para actividades como agricultura, ganadería o industrias a mediana y gran producción, por lo que la hechura rudimentaria de rifles y pistolas son un factor de desarrollo económico local. Los armeros de Danao perfeccionaron la hechura de armas, para avanzar desde revólveres hasta réplicas exactas de pistolas automáticas o rifles de asalto.
Estas no sólo abastecen a policías y militares locales, sino que también dotan de insumos a bandas delictivas chinas, japonesas o coreanas, entre otras. Cabe destacar que además de su calidad, estos productos destacan por su bajo valor, lo cual es un incentivo adicional para su comercio, cuyo valor puede aumentar significativamente en el precio en el taller hasta una lejana calle insegura en otro país, con ganancias significativa para el mercado negro.
Pese a los logros de los imitadores filipinos, estos no se han especializado en la fabricación en serie, por lo que la manufactura de una sola arma de fuego los puede ocupar semanas o meses. Asimismo, existe un riesgo laboral ya que ellos mismos deben probar sus productos, lo que puede generar accidentes letales o que pueden dejarlos discapacitados. Además de tener que laborar bajo esquemas de corrupción a fin de que las fuerzas de seguridad toleren esta actividad, pese a que deben estar en completa discreción aún cuando su trabajo es conocido alrededor del mundo.
Pese a las políticas del actual Presidente Rodrigo Duterte en contra de la delincuencia organizada, y que ha llevado a un combate contra los distribuidores de droga y conflictos con organizaciones defensoras de los derechos humanos, las armerías de Danao siguen produciendo artefactos que atentan contra la vida y la cultura de la paz como desde hace más de medio siglo.
La omisión de las autoridades filipinas en la fabricación, venta, distribución, portación y uso de armas ilegales se complementan con otros retos que debe resolver el gobierno de este país para eficientar su labor.
Ejemplo de esto es que en el Índice de Percepción de la Corrupción 2016 realizado por Transparencia Internacional, esta nación asiática se ubicó en el lugar 101 de 176 países evaluados con un valor de 35 puntos y sin mostrar mejoras respecto a ediciones anteriores. Por su parte, el terrorismo internacional del Estado Islámico ha encontrado vulnerabilidad en la seguridad pública, causando ataques en la región de Mindanao.
Dicha inestabilidad implica la llegada de más armas al país, tanto de los militares que son apoyados por gobiernos extranjeros para luchar contra los extremistas, como de los grupos fundamentalistas que buscan su hegemonía en el archipiélago. Y que encuentran en el mercado negro una forma barata y rápida de abastecerse de armas si estas no pueden ser ingresadas de contrabando, tal como las que se construyen en Danao.
Por motivos de seguridad social y en pro de la cultura de la paz el gobierno filipino tiene una gran responsabilidad en acabar con la producción clandestina de armas de fuego que se realiza en su demarcación. Sin embargo, estos esfuerzos deberán ser acompañados de acciones sociales que permitan un desarrollo de la calidad de vida en la población mediante labores que incidan en la armonía de la comunidad.
@realjpaquirre
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