Justicia y empatía. La toma de la CNDH vs. el asalto en una combi

Por Ligia Aguilar

Buena parte de las y los mexicanos nos unimos, como pocas veces en opinión, acerca de la paliza que le dieron a un asaltante en una combi en el Estado de México el 31 de julio. Se podían leer mensajes en redes sociales afirmando que, aunque no se estuviera de acuerdo con la violencia, se podía entender y hasta justificar el uso de ésta para frustrar un asalto y hacer justicia por mano propia. “Sí me dio gusto que le hayan dado su merecido. Cuando veo esos videos se me viene a la mente cuando me pasó a mí”, así lo expresó una mujer para un medio de comunicación.

Sin embargo, otro hecho reciente ha causado, por el contrario, opiniones divididas. El 4 de septiembre, grupos de activistas feministas tomaron las instalaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en Ciudad de México en protesta por la falta de resultados en impartición de justicia para las víctimas de violencia y desaparición.

La toma del inmueble se dio a partir de la presencia en el  edificio de familiares de las víctimas, entre las cuales se nombran las siguientes: María de Jesús Zamudio, una joven víctima de feminicidio, una víctima de violencia sexual cuando tenía siete años,  otra menor de siete años que presuntamente fue abusada dentro del Instituto Luis González Urbina de San Luis Potosí y Karla que es víctima de violencia de género por parte de su expareja, y ahora teme por la seguridad de su hijo.

Los familiares y otros grupos feministas que se han unido a la protesta, exigen justicia para cada uno de los casos, mayor compromiso y acciones por parte del gobierno, así como la renuncia de la titular de este órgano, Rosario Piedra Ibarra. Además de declarar que la sede se convertiría en un refugio para víctimas y familiares.

Otra acción realizada por las protestantes dentro del inmueble fue la pinta de cuadros de personajes históricos como Francisco I. Madero, lo que despertó opiniones de indignación en condenando el vandalismo, como suele suceder con cada protesta feminista.

El mismo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), se pronunció en contra de este acto en conferencia de prensa matutina del 7 de septiembre: “Yo creo que quien conoce la historia de este luchador social sabe que debemos de guardarle respeto (…) Entonces, el que afecta la imagen de Madero, o no conoce la historia, lo hace de manera inconsciente, o es un conservador. Así, o sea, es un proporfirista”.

Después de la toma la CNDH, le ha seguido un diálogo con la titular de la Secretaría de Gobernación Olga Sánchez Cordero, la aceptación de un pliego petitorio por parte de Rosario Piedra, así como su comparecencia en el Senado.

A diferencia del caso de la golpiza al asaltante de la combi, las protestantes feministas en general no han contado con la empatía, simpatía ni mucho menos el apoyo de la población a pesar de que, si bien son hechos diferentes, la motivación en el fondo es la misma: exigir justicia.

En ambos casos se puede sentir la decepción y desconfianza por parte de la ciudadanía hacia las instituciones, como resultado de la impunidad sistemática que ha prevalecido. En estos dos hechos los actores han sido víctimas de algún delito, que no usaron las “formas” institucionales, ordenadas y pacíficas para demandar justicia. Aunque en el plantón de la CNDH no ha habido agredidos físicamente, tal parece que pintar unos cuadros es más grave que la violencia ejercida contra el asaltante del transporte público y, sin embargo, ésta última ha sido más justificable.

Tanto los usuarios de la combi en el Estado de México, como las activistas en la CNDH, actuaron movidos por el hartazgo latente ante la falta de resultados en materia de seguridad, al final del día, un tema general y recurrente que la mayoría de mexicanas y mexicanos resentimos. Algo que lamentablemente coincide en prácticamente toda la población, de diversas formas y niveles, pero que todas y todos hemos vivido en carne propia.

Entonces, tal parece que la diferencia de cómo se perciben estos dos sucesos, puede deberse a la empatía y cómo nos identificamos con lo ocurrido. En los comentarios respecto al asaltante de la combi, en redes sociales se podían leer afirmaciones como “recuerdo el coraje que sentí cuando a mí me pasó”, por lo cual, se entiende y justifica la violencia.

Me pregunto, ¿tenemos que esperar a que nosotros mismos o alguien cercano, sufra de violencia de género o desaparición para sólo entonces sentir esa misma empatía con las protestas feministas? ¿Sólo cuando podamos afirmar “recuerdo el coraje cuando me pasó a mí”, se cambiará la percepción hacia este movimiento?

Mientras tanto las cifras de violencia de género siguen al alza, así como las desapariciones. A diferencia del delincuente de la combi que “obtuvo su merecido” y provocó una sensación de justicia, los familiares y víctimas que siguen en la sede de la CNDH, aún no han obtenido justicia.

Ojalá ésta y otras reflexiones y análisis del tema puedan incidir en nuestras percepciones y sobre todo en la empatía hacia las personas que llegan a extremos, que en efecto no son los ideales, pero tal vez sí los necesarios para exigir que nuestras instituciones cumplan con los objetivos por los cuales fueron creadas.

Es más, deberíamos agradecerles, pues están realizando una lucha que incluso nos beneficia a todas y todos, pues el fin es lograr que la CNDH, y otras dependencias de gobierno mejoren, se reinventen y hagan su trabajo, mismo que algún día, cualquiera de nosotros podríamos llegar a necesitar.

Fuentes consultadas:

Puntuación: 4 de 5.

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