Trump: sinécdoque de una crisis

Por Óscar Cuevas

¿Representa la campaña de Trump la crisis de la democracia americana?

La campaña de Donald Trump estuvo basada en el miedo como mecanismo que impulsa a la acción, apuntalada de reduccionismos culturales que devienen en deontologías racistas. La narrativa política de Trump estuvo cargada de diatribas dirigidas específicamente hacia algunas minorías que habitan los Estados Unidos: musulmanes, afroamericanos e hispanos. Además de agredir a las mujeres con ecos sexistas.

Trump representa, tal vez, la peor campaña presidencial en la historia de los Estados Unidos. Sin embargo, ha sentado un precedente peligroso. Dentro del campo de la comunicación política y la comunicación gubernamental se tiene la idea de que no es suficiente comunicar los buenos resultados que se han obtenido durante el ejercicio del poder, sino que además es necesario «conectar» con el electorado.

En este sentido, las campañas electorales intentan, en el mayor de los casos, generar una empatía con sus posibles votantes a través de valores como la virtud, la honestidad, la valentía; mezclados con un impulso emocional. En el caso de Trump, la campaña fue todo lo contrario. El mecanismo utilizado para cohesionar al electorado con la propuesta del candidato fue el terror, el miedo, el rechazo y la ignorancia.

Se utilizó la vieja figura del chivo expiatorio, depositada en el migrante, como el agresor, el intruso, el que despoja. El migrante como aquella otredad que hay que eliminar simbólicamente por medio de la deportación, de la humillación. Trump, representa la crisis democrática que está viviendo no solamente Estados Unidos, sino toda Latinoamérica.

Hace unas semanas, la presidencia en Nicaragua fue decidida únicamente por el 30% de los posibles electores. En esta nación, los grupos de activistas, reiteradamente acusaron al gobernador de siempre de utilizar los medios a su alcance para amedrentar a su contraparte. La representación, dentro de un sistema democrático, sea de directo o indirecto, está en crisis.

Tanto en Estados Unidos, como en Guatemala, Nicaragua, Venezuela, Colombia, México y Argentina; hemos observado cómo los viejos mecanismos de toma de decisiones son insuficientes para representar la opinión de un sector determinado de la población. Peor aún, son inservibles cuando se polarizan las sociedades. En la noche conoceremos a quien ocupará la Casa Blanca los próximos cuatro años.

La democracia norteamericana observó una pésima campaña, llena de acusaciones, berrinches, clichés, vociferaciones y franca estupidez. Ni Clinton ni Trump supieron explicarle a sus posibles votantes qué diablos planean hacer los siguientes cuatro años. El modelo de comunicación política que vio nacer al marketing político ha evidenciado que la democracia no ha logrado comunicar.

Es decir, ha fracasado en su intento de empoderar a las ciudadanas y los ciudadanos mediante el diálogo utilizando las nuevas tecnologías. La campaña americana dejó mucho qué desear, al igual que los ideales democráticos. Tal parece ser, que en épocas en donde la información y la comunicación está al alcance de todos; se ha preferido imponer ideologías y simular discursos; que realmente escuchar al otro, conocer al electorado e implementar un programa de gobierno que empodere a quienes menos oportunidades tienen.

@CuevasO33

 

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