Por Jorge Villegas
En la época posmoderna se ha puesto de moda el concepto comunicación digital. ¿Por qué es importante la comunicación digital en nuestros días? ¿Cuáles son sus alcances y limitaciones?
La digitalización cambió el paradigma comunicativo y ha puesto frente al espejo a los personajes públicos que desean la atención de las audiencias a como dé lugar. Sin embargo, las audiencias, con el anonimato ganado en el mundo digital, nos volvimos mezquinas y sádicas, capaces de destruir a quienes no piensen como nosotros o quienes no comulguen de forma cercana con nuestra línea de pensamiento o de enaltecer y endiosar a quienes nos dicen lo que deseamos escuchar, pero, ¿cómo construimos nuestra línea de pensamiento?, ¿qué influye en la creación de nuestra percepción?, ¿por qué le creemos a unos sí y a otros no?
Nuestro entorno familiar, educativo, social y laboral es el que nos va formando de a poco, partimos desde la premisa de que el ser humano es un ser sociable por naturaleza y busca pertenecer, estar en grupo. Generalmente escogemos estos grupos con las personas que son más afines a nosotros, nos brindan seguridad, por ejemplo: el niño que le gusta el fútbol y el deporte, siempre va a estar rodeado de personas que disfrutan del deporte o la actividad física, lo mismo pasa con el que le gusta la lectura, estará siempre rodeado de personas con las que pueda entablar una conversación de lo que le gusta, sin embargo esta forma de afiliarnos genera un gran problema, la AUTOSEGREGACIÓN.
Al buscar personas afines o similares a nosotros, tendemos a alejarnos de pensamientos que pongan a prueba lo que creamos, es decir, si el niño lector es obligado a estar con un grupo de niños deportistas, este se segregará del grupo, cosificando a compañero y viceversa. Esto genera un sesgo socio cultural que nos impide visualizar las necesidades de otras personas. Si bien la respuesta teórica a este problema es la “empatía”, siendo sinceros, es extremadamente difícil entender o hablar de algo que no conocemos.
Al formar grupos entre similares, nuestras percepciones se van fortaleciendo, creando así una percepción que daremos por hecho como REALIDAD, generando un ciclo en el sesgo de confirmación.
Este ciclo nos vuelve presas fáciles para aquellos que, siendo expertos, son capaces de dirigirnos mensajes que permitan nuestra afiliación o negación a una idea, concepto o política pública, por ejemplo: si una persona está en favor de la posición de armas de fuego como recurso de legítima defensa, asiste a clubs de tiro, habla con sus amigos de esto en redes sociales y hace búsquedas de permisos para obtener un arma de manera legal, es un candidato idóneo para mostrarle un video de una persona siendo agredida y lastimada de gravedad, cerrando el video con el mensaje “tú pudiste ayudarlo, dona para nuestra campaña de uso regulado de armas de fuego”.
Lo más probable es que, con la repetición de mensajes similares, esta persona quiera afiliarse o donar para una causa que, en SU REALIDAD, es justa y necesaria para equilibrar una ola de violencia de la cual el Estado ha fallado para solventar.
Para la comunicación política, entender las psicografía social es de suma importancia pues permitirá estructurar mensajes dirigidos creíbles para las audiencias a las que se van dirigiendo. También debe entender, todo personaje público, que para generar credibilidad, esta debe ser creada a través del tiempo, bajo una combinación de estímulos que sean enviados por los distintos canales de comunicación que se elijan.
Como audiencias, debemos entender esta disyuntiva a la que nos enfrentamos, porque si bien, el mundo digital nos acercó a los personajes públicos y nos permitió hacernos escuchar, también nos segmentaron, entregamos nuestra información a manos llenas y sin reparo, hemos olvidado nuestra privacidad con el único fin de ser escuchados, vaya paradoja política.
Como bien lo decía el famoso personaje de ficción, Ned Stark: “porque en el invierno, el lobo solitario muere, pero la jauría sobrevive”.
¿Estamos más conectados o auto segregados?
@22villegas
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Un comentario en “Comunicación digital: ¿conversión por aislamiento?”