Potlach

Por Óscar Cuevas

La historia nos ha enseñado que no escuchar al otro tiende a la ruina, sin embargo, siguen apareciendo personajes que, en nombre de la supremacía, inventan narrativas de odio y cerrazón. Es tiempo de dejarles solos.

Si los otros se aproximan hay que tener cuidado. Vienen por la noche, para no irse. Se quitan el gabán y lo destrozan todo. Son como el fuego y el cocodrilo. Son el colmillo y la sevicia. La batahola de Satán. Nosotros pelearemos. Lo arriesgaremos todo. Porque solo hay una tierra, una luna, una esperanza. Son ellos o nosotros.

Prevaleceremos, aunque nos cueste todo, aunque nos cueste nada, prevaleceremos. Con la sonrisa intacta, lucharemos. Sin lágrimas ni arrepentimientos celebraremos a sus muertos, en un carnaval de triunfo y sedición.

Inventaremos héroes, diseñaremos elaboradas mitologías bañadas en incienso, mirra y oro. Colocaremos laureles, tocaremos las trompetas del silencio. Atronaremos su derrota con los llantos histéricos de nuestros sobrevivientes. Olvidaremos. Reconstruiremos la memoria con falsedades. Los herederos no sabrán nada de la sangre ni de los muertos. Estatuas inertes colocaránse sobre los restos. Ellos harían lo mismo.

Les diremos que la guerra es justa y necesaria, que primero hay que atacar, que los fines justifican las balas. Gritaremos: por los hombres, por la libertad, por la nación, por el mundo. Porque la amenaza está en los otros. Y los otros son todos. Con rostros inertes. Con inercia de muerte. Estaremos alerta, para siempre y ante todos.

Se levanta, latente, la amenaza. De los otros, de los infiltrados, de las miradas vigilantes. De nadie y de todos. Porque acosa el acéfalo enemigo. Porque no conviene dejar testigos. Monstruosa, voluptuosa cerrazón. Silente desperdicio es la sangre viva del olvido. Del insípido enemigo, que, como los lobos, la corva enseña.

Es preciso tener la sevicia de las palomas, porque la muerte nuestra es vida suya. Y lo suyo deja de ser nuestro, y nosotros, como sea, debemos prevalecer. Un algo sin huesos, ni alma, ni sentido. El miedo encuerpado, con rostro, apellido y nacionalidad. Hay que huir, perennemente. Desde siempre y porque sí. Porque lo dice Obama, Peña Nieto, Putin, Trump. Porque lo han dicho Lenin, Hitler, Bush. Porque la democracia consiste en ser intolerante en silencio.

Porque hay que mandar misiles mientras arengamos a otros estados a firmar la paz. Porque ya no somos imperialistas declarados sino países preocupados por los derechos humanos, que se instauran por medio de misiles y soldados. Porque nunca han servido los acuerdos, los tratados.

Porque los ciudadanos de a pie no contamos, cerramos los ojos, obedecemos. Porque los monstruos salen por la noche y asesinan. Gruñen himnos patrios. Desgarran banderas, tradiciones. Destruyen vicios y podredumbres. Porque la historia está hecha de héroes que asesinan niños, violan mujeres, humillan ciudadanos. Todo en nombre de la patria, la democracia y el progreso.

@CuevasO33

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