Por Charles Gnomosky
En esta reflexión, el comunicólogo Gnomosky nos invita a dejar de lado la indolencia y la apatía, para transformar las relaciones con nuestras comunidades.
Las complejidades del mundo son una constante. Con el paso de los años, en este país donde ha pasado casi de todo, ya no pasa nada. Nos encontramos en una época complicada en todos los sentidos y saliendo de alguna otra forma de una pandemia, es válido preguntarse: ¿Por qué no mostramos empatía ante las desgracias y problemáticas de los demás?
Pareciera que una característica de nuestra época es la incapacidad de sentir cercanía y proximidad con nuestros pares. El campo de la política y lo social, está repleto de injusticias. A pesar de esto, el actuar de los ciudadanos es lento y muchas veces indolente. Indiferencia mezclada con ignorancia es el espacio perfecto para el miedo. No escucho, no veo, no digo nada. Pero la verdad es que muchos no saben qué hacer.
Nos sorprendemos de la información de las noticias, desapariciones, asesinatos y atrocidades, esperando que nunca nos toque a nosotros y a los nuestros. Acciones tibias de nuestros gobernantes, tratando de resolver sus propios problemas. ¿Qué pasaría si tuvieran un poco de más voluntad para enfrentar lo visible?
La realidad es que, muchas veces sin recursos intelectuales, energéticos y económicos, es complicado hacer frente a una injusticia. Y saber que todas las problemáticas de nuestro país tienen su raíz en cuestiones multifactoriales.
Es necesario tomar una postura diferente ante todo esto. El cerrar la boca ante las complejidades del mundo es un grave error. De una vez por todas, tomar nuevas decisiones que nos transforme poco a poco, paso a paso. El sentir al otro, sus necesidades y carencias y poder ver a los que nos acompañan en este viaje con transparencia y honestidad.
A pesar de vivir en la era de la indolencia, nosotros no debemos ser indolentes con nuestros pares y mucho menos con nosotros mismos.