Transexualidad: de lo impuesto a la liberación erótica

Por Óscar Cuevas

Lo transexual, como rebeldía y lugar mítico, transforma la sexualidad y la coloca más allá, en un terreno inexplorado, que reclama el orgasmo y el goce, como derechos fundamentales de cualquier persona. ¿Estás de acuerdo? Cuéntanos.

Las mujeres deben dedicarse al hogar y el hombre tiene la obligación de mantener a la familia. Los hombres no lavan los trastes, ni corren como niñas. Las mujeres no pueden decir groserías ni insinuárseles a los #hombres. Eran frases trilladas pero que contenían un poderoso estigma social. Incluso en estos tiempos, supuestamente postmodernos, para algunos sectores siguen siendo lineamientos conductuales válidos e indiscutibles.

Para otros, son solamente un recuerdo de las viejas costumbres basadas en construcciones biologicistas, taxologías morales o deontologías heredadas de los lenguajes religiosos. Es justo en la religión católica en donde encontramos la primera separación entre el cuerpo y el alma. La piel como espacio privilegiado de la mácula y el alma, como una especie de depositario de la esencia #divina transmutada en cada hijo del pecado original: el sexo.

En el día del Amor y la Amistad nos hemos olvidado del sexo y de lo erótico. Es cierto que ahora ya hay mayor apertura sexual y que inclusive hay tiendas en donde uno puede encontrar un sinnúmero de artículos para potenciar el goce. Sin embargo, dudo mucho, mi estimado lector, que te atrevas a regalarle un dildo a tu mejor amigo.

Y esto es porque, muy a pesar de movimientos que han puesto el dedo en la llaga y han demostrado lo moralina que es todavía nuestra querida sociedad mexiqueña (según así nos vamos a llamar ahora gracias a la Reforma Política); como los parades que realiza la comunidad LGBTTTI o la comunidad que se encuentra en favor de la adopción gay; seguimos rozando el rosario cuando una amiga o un amigo se ufana de tener un buen orgasmo.

Algún personaje de alguna película argentina, inspirada en la vida de Oliverio Girondo afirmaba que somos una sociedad de malcogidos. Y me parece, tiene razón. Lo ultramodernos no quita lo mojigatos. En plena época en donde uno puede ver películas porno en 3d, seguimos negando a la masturbación como un mecanismo para explorar nuestro derecho al orgasmo.

Las porno en sí mismas son una negación de lo erótico, que se anudan bastante bien con estos gadgets que han revolucionado el tiempo; y han dejado en un rincón a la paciencia, necesaria para el orgasmo, el erotismo. Funciones que van mucho más allá de un mete-saca sin sentido que es normalmente observado en las películas #porno.

Lo porno, como la exacerbación de lo sexuado, como narrativa atrofiada de lo erótico ha construido alrededor del orgasmo una narrativa cuasi mítica. Prohibiendo y alejando a los amantes del fin mismo de la comunión sexuada. Vivimos en una sociedad narcisista en donde la búsqueda del otro, se opone al mito platónico de los #andróginos.

Wilhelm Reich, en La función del orgasmo, señala muy bien que el hombre es la única especie biológica que ha destruido su propia función sexual natural, y es eso lo que le #enferma. De la misma manera, en El hombre unidimensional, Marcuse ha delineado de manera excepcional las características que impiden la realización de las pluralidades humanas.

Si en un primer momento la píldora anticonceptiva devolvió a las mujeres y hombres el derecho a gozar de su cuerpo. Una continuación de esta revolución sexual la podemos encontrar precisamente en el seno de la comunidad LGBTTTI. El sexo y el género han sido disociados y asumidos como derecho propio, no como una imposición social.

La democratización sexual radica en el sujeto. No es la sociedad quien dicta tus conductas sexuales. En la cama, como una reivindicación de la libertad individual de cada ciudadano, se puede hacer lo que a uno, o muchos, mejor les plazca. En una sociedad transreal, donde se puede jugar con lo simbólico y se le asume como realidad, hay una figura que viene a recordar que no siempre el sexo y el género son la misma cosa.

El transexual se levanta en la postmodernidad como una figura emblemática que reclama para sí el orgasmo, lo erótico y lo sexual. Lo transexual, ha sido asociado erróneamente con la vorágine sexual. Los transexuales son entendidos desde la esfera de lo mítico, como una especie de ente insaciable, porno, expuesto.

Sin embargo, muy a pesar de las declaratorias del Jefe de Gobierno, los esfuerzos de @Copred y @Conapred, dentro de la comunidad LGBTTI, las mujeres y hombres transexuales son los más discriminados dentro de nuestra caótica ciudad. A veces me gritan cosas en la calle. Creen que soy puta por ser transexual. Soy una mujer abogada, y de las buenas. No cambié mi cuerpo para coger nada más, es parte de mi identidad, así como ser abogada, hermana, amiga, etc. Confiesa Amanda, después de tomar su café y cruzar sus bien torneadas piernas.

Creo que la gente piensa que todas las mujeres trans somos putas. Es difícil ejercer una profesión pero no imposible. Hay artistas, escritoras, reporteras, maestras, abogadas, estilistas etc. Creo que apenas estamos aprendiendo a convivir como sociedad. La prostitución es una de las profesiones más antiguas del mundo, ejercerla es difícil pero no todas las mujeres trans escogemos esa profesión.

Creo que nuestra sociedad no entiende que es importante darle un nuevo sentido a la sexualidad y al género. Por ejemplo, este café sigue teniendo baños para hombres y mujeres, pero al entrar dicen que no discriminan. Creo que dividir a las personas por el pene o la vagina es precisamente eso: discriminación.

@CuevasO33

 

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