Por JP Aguirre
En México, en las épocas post-revolucionarias a los patriotas los asesinaban a balazos. Ahora … también.
“Yo moriré fusilado el día que caiga entre los vencidos —acostumbraba decir—, porque ésa es, entre nosotros, la suerte de los que no triunfan”. Martín Luis Guzmán
El pasado 3 de octubre se cumplieron 89 años de la matanza de Huitzilac, Morelos, en la que perdieron la vida el General Francisco R. Serrano y trece de sus seguidores, entre los que destacaban militares, civiles y un periodista. Junto con el General sinaloense fueron asesinados Ernesto Noriega Méndez (alias Cacama), los generales y hermanos Miguel A. Peralta y Daniel Peralta, Carlos A. Vidal (exgobernador de Tabasco y Chiapas), Rafael Martínez de Escobar (exdiputado constituyente de 1917), Alonso Capetillo, Carlos V. Araiza, Enrique Monteverde, Antonio Jáuregui, Octavio Almada, Augusto Peña, Otilio González y José Villa Arce.
A casi nueve décadas de este suceso, los historiadores aún se preguntan ¿Qué peligro representaba Serrano a la cúpula sonorense del poder? ¿Representaba una verdadera oposición ante Obregón y Calles? ¿Por qué se violaron los acuerdos de intercambio de rehenes entre fuerzas militares? ¿Era necesario asesinarlo?
En 1927, México, vivía una etapa violenta posrevolucionaria. Si bien la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos cumplía diez años de ser promulgada, el país estaba convulsionado por la guerra cristera, por lo que regiones enteras estaban en conflicto por los enfrentamientos entre civiles y ejército. Asimismo, estaba por terminar el cuatrienio del Presidente Plutarco Elías Calles, por lo que la situación política mexicana estaba en plena efervescencia de cara a la sucesión presidencial.
Si bien en la administración pública federal se hacían esfuerzos por fortalecer las instituciones -como la creación del Banco de México en 1925- aún no existía un partido político de características nacionales capaz de cubrir todos los distritos electorales como sucede en la actualidad (el Partido Nacional Revolucionario se fundó en 1929).
Si bien uno de los principales ideales de la revolución fue “sufragio efectivo, no relección”, las reformas en materia electoral hacían posible que el General Álvaro Obregón pudiese contender para suceder a Calles en el período 1928-1932. Sin embargo, existían otros posibles candidatos, como el Gral. Francisco Roque Serrano, que buscaba ser una alternativa para evitar la reelección y con ello dar vigencia al deseo de Francisco I. Madero de evitar la permanencia de un solo hombre en el Poder Ejecutivo. Sin embargo, también estaba el interés de participar como candidato de Arnulfo R. Gómez, otro general sonorense que también buscaba impedir la reelección, y que sería fusilado un mes después del sacrificio de Serrano y sus seguidores.
Si bien gran parte de la carrera política y militar de Francisco R. Serrano fue a las órdenes del Gral. Obregón, la rotación política del “grupo Sonora” que dominó la vida política nacional en la década de los veinte en el siglo pasado (Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles fueron Presidentes), las aspiraciones políticas de diferentes adeptos al Plan de Agua Prieta generaron fricciones y desafíos, por lo que en 1927 varios políticos de esta región buscaban la Presidencia de la República. Sin embargo, la violencia se impuso a los hechos y tanto Serrano como Gómez no pudieron llegar al proceso electoral, pese a que ya habían realizado actos de campaña y en sus discursos reflejaban una postura contraria a las acciones de Calles y Obregón.
A principios de octubre de 1927 el General Serrano se trasladó a Cuernavaca, Morelos; a festejar su onomástico, aunque también algunas fuentes refieren que estaba coordinando una insurrección en contra del gobierno, por lo que fueron detenidos y trasladados a la Ciudad de México, destino al que nunca llegaron, ya que en el kilómetro 48 de la antigua carretera a Cuernavaca, los serranistas fueron obligados a descender de los vehículos y asesinados ante las fuerzas dirigidas por el Gral. Claudio Fox. Los restos de Serrano y sus seguidores fueron sepultados en el panteón francés de la ciudad de México.
Obregón fue el ganador de los comicios de 1928, aunque fueron meses muy agitados, al sobrevivir al atentado con bomba en automóvil en la entonces avenida Jalisco. Sin embargo, no tomó posesión al ser asesinado en julio de ese año en el restaurant “la Bombilla”. Con él, acabó la etapa de los caudillos revolucionarios. Emilio Portés Gil fue nombrado Presidente Interino.
El gran autor, Martín Luis Guzmán, describió en su obra La Sombra del Caudillo una versión novelada de los hechos, además de aportar sus conocimientos sobre la revolución y que ha perdurado por casi 90 años.
Si bien la historia posterior minimizó los hechos y nunca hubo una explicación transparente, es un recordatorio de la lucha por el poder y la sangre de mexicanos que lucharon por el avance de su país.
Muy interesante artículo, conciso e ilustrador y con el sello y garantía del Dr. JP.
Saludos Javier Prieto.
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