Por Mtro. Óscar Cuevas
Con la aprobación de la reforma al Poder Judicial Federal se ha insertado, nuevamente, la narrativa de que López Obrador es un peligro para México, se recuerda la famosa frase en la que «mandó al diablo» las instituciones creadas durante el priismo y los gobiernos panistas. En este artículo abordo la teoría del autoritarismo, expongo sus características principales y concluyo si estamos o no, frente a la conformación de un régimen autoritario.
La RAE nos da dos acepciones de autoritarismo. La primera lo define como la actitud de quien ejerce con exceso su autoridad o abusa de ella. La segunda nos dice que es un régimen o sistema político caracterizado por el exceso o abuso de autoridad. En la ciencia política, autoritarismo puede usarse como adjetivo o sustantivo en tres contextos principales: al hablar de la estructura de los sistemas políticos, al comentar sobre las disposiciones psicológicas relacionadas con el uso del poder y, finalmente, cuando se da nombre a las ideologías políticas.
En términos harto simplistas, podemos decir que el autoritarismo se caracteriza, principalmente, por privilegiar el aspecto del mando y menospreciar el rasgo fundacional de las democracias: el consenso. Así, el mando suele concentrarse en un hombre o en una institución, eliminando aquellas instancias o poderes que pueden funcionar como un contrapeso en la toma de decisiones. Este primer rasgo, a todas luces, se cumple con el movimiento obradorista, en donde Andrés Manuel López Obrador es el vocero que dicta cómo, cuándo y dónde se mandarán los mensajes del gobierno federal.
Más allá de López Obrador, la toma de decisiones se ha concentrado en el Poder Ejecutivo, rasgo que no ha sido característico solamente de la presidencia obradorista, sin embargo, se ha acentuado, especialmente después de una presidencia relativamente débil, como la de Peña Nieto. A nivel partido, la presidencia de Morena ha pasado a segundo término, ejerciendo funciones operativas, siguiendo las instrucciones que se originan en Palacio Nacional.
Gracias a la sobrerrepresentación artificial que logró el partido morenista, el Poder Legislativo se encuentra también supeditado a las voliciones de Palacio Nacional. El Judicial también ha sido un poder alineado a los deseos de una sola persona. De aquí que podamos afirmar que la concentración del poder en una sola persona y en una sola instancia del poder público también se cumplen dentro del régimen morenista.
Para Bobbio, Matteucci y Pasquino; otro de los rasgos principales del autoritarismo es la reducción a la mínima expresión de la oposición y de la autonomía de los subsistemas políticos. Condición que se ha cumplido desde la construcción de Morena en 2015 y que ha sido un partido político capaz de incrementar su capacidad de movimiento territorial y de la cooptación de liderazgos políticos de peso, mediante el cabildeo, el chantaje o la amenaza.
En sentido psicológico, el tipo de personalidad autoritaria, que se expresa en las instituciones que forman parte del régimen, tiene dos actitudes principales: por un lado, existe la disposición a la obediencia celosa a los superiores y al respeto y adulación de todos aquellos que forman parte de sus liderazgos. Al mismo tiempo, la segunda actitud característica de la personalidad autoritaria es la disposición a tratar con arrogancia y desprecio a los inferiores jerárquicos y a todos aquellos que están «afuera» de la estructura partidista.
Esta obediencia ciega a los designios del «gran decisor» se ha visto con claridad en el Poder Legislativo, además de las gubernaturas, alcaldías y demás puertos de representación que ha ganado Morena desde 2015. Sin duda, la capacitad comunicativa de López Obrador ha sido fundamental para formar una maquinaria de propaganda política morenista, que ha tenido especial éxito al reducir discusiones de trascendencia nacional bajo el argumento falaz de los buenos vs los malos.
La creación de una maquinaria de propaganda oficial, la personalidad autoritaria de López Obrador y otros liderazgos morenistas, la disminución de la oposición, la desaparición de equilibrios y órganos autónomos, el papel que ha tenido López Obrador como el gran decisor en su movimiento, y la consolidación del partido como medio para llegar al poder; nos hacen pensar que, si bien no estamos frente a un gobierno autoritario consolidado, sí estamos frente al nacimiento de un movimiento que puede convertirse en autoritarismo si las condiciones actuales se consolidan durante el gobierno de Claudia Sheinbaum, quien tendrá en sus manos la decisión de seguir por esta ruta de concentración del poder o abrir nuevamente la participación a la sociedad civil organizada. Veremos.


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