Por Mtro. Óscar Cuevas
Lo visto en días recientes en Venezuela es la consolidación de una dictadura, que comenzó con la formación de un régimen autoritario mediante la destrucción de las instituciones democráticas. Hoy, Nicolás Maduro toma protesta por tercera ocasión como presidente de Venezuela. Sin embargo, esta presidencia no cuenta con la legalidad, al no demostrar de manera innegable su triunfo en las elecciones; ni con la legitimidad, al no sumar el respaldo de jugadores latinoamericanos tan importantes como Brasil, Chile o Colombia.
El escenario venezolano pudiera parecer lejano para México. Sin embargo, la Presidenta Claudia Sheinbaum replica la política exterior impulsada por el expresidente López Obrador y cae en el argumento simplista de la libre determinación de los pueblos. ¿Existe tal circunstancia si a las personas opositoras al régimen se les levanta durante las marchas? ¿Puede hablarse de la libre determinación de los pueblos cuando los liderazgos opositores deben salir del país para buscar respaldo en otras naciones de la región?
La libre determinación de los pueblos no existe en Venezuela y la mandataria mexicana debería reconocer tal circunstancia y condenar la imposición de la dictadura en aquella nación. Todavía es tiempo de frenar el populismo radical en Latinoamérica. Sin embargo, un gobierno con tintes autoritarios, como el mexicano, no podría colocarse del lado de Colombia, Chile y Brasil; pues ve en mandatos como los ejercidos en Nicaragua, El Salvador, Cuba y Venezuela prácticas y narrativas ideológicas similares.
Como en estos países, el reconocimiento a las ideas opuestas al partido dominante son descalificadas, cuando menos y perseguidas, en escenarios más radicales. En México el régimen ha provocado que un espacio que debiera ser un diálogo circular haya sido ocupado por «periodistas» afines al régimen, quienes por unos pesos realizan preguntas a modo a la Presidenta Claudia Sheinbaum.
Ese mismo régimen ha logrado una mayoría artificial tanto en la Cámara de Diputados y Diputadas como en el Senado de la República, en donde una interpretación letrista de la CPEUM provocó que Morena obtuviera mayor representación que la ganada en las urnas. El obradorismo mexicano, liderado por la Doctora Sheinbaum ha impulsado una reforma judicial que busca eliminar a los juzgadores incómodos al régimen, para colocar en su lugar a personas cercanas al proyecto, dejando en plena indefensión a quienes no compartan la ideología morenista.
¿Cómo podría condenar el abuso a los derechos humanos un partido político que ha convertido en caricatura a la CNDH mexicana? ¿Cómo colocarse del lado correcto de la historia cuando pretenden imponer una reforma electoral que tiene como principal objetivo la eliminación de la oposición? Claudia Sheinbaum tiene la posibilidad de pasar a la historia, no solamente como la primera Presidenta de la República, también como la primera mandataria en la historia de México que puso de lado el radicalismo impulsado por López Obrador para implementar el principio de prosperidad compartida. Veremos.

